Es común observar en relaciones familiares enfermizas a personas aferrarse al cónyuge, a los hijos o a padres, llegando al extremo de controlar excesivamente la relación afectiva, incapaces de dominar la dependencia adictiva emocional hacia los otros miembros del grupo familiar.
El apego emocional puede definirse como el amor enfermizo hacia otra persona, que hace perder la perspectiva de la existencia propia, para establecer una relación parasitaria en función de controlar lo que el otro piensa, dice y hace la otra persona y se sienta frecuentemente invadido o absorbido.
La principal causa de llegar a aferrarnos adictivamente a las relaciones, es debido a patrones persistentes de necesidades emocionales insatisfechas, que se intentan cubrir de forma inadecuada con otros, inseguridad y deseo de controlar absolutamente todas las circunstancias que puedan llegar afectar la vida personal y llevar a perder a lo que se ha dedicado esfuerzo.
Las consecuencias que se producen es la contante priorización y preocupación por la otra persona anulándose a sí misma, situación que le produce sufrimiento, episodios depresivos, pérdida de la autoestima, hostilidad, violencia domestica, crímenes pasionales sensación de fracaso y utilización de vicios y adicciones para compensar las necesidades sicológicas.
Para evitar aferrarse y fundamentar la vida en las relaciones enfermizas es necesario reconocer y dar el primer lugar y prioridad a Dios como punto de apoyo, autonomía personal, fuente de seguridad y bienestar como solución de establecer una relación sólida.
Además reflexionar sobre ¿cuáles son las prioridades en que invierto el tiempo y recursos de la vida? tenemos la posibilidad de elegir las actitudes y modificar la conducta dañina de la dependencia emocional afectiva que llevara al fracaso familiar o desarrollar relaciones sustentadas en la admiración y respeto mutuo, amor, e igualdad.